viernes, 20 de marzo de 2015

Una proteína del té verde es la esperanza de las personas con Síndrome de Down



Desde las últimas dos décadas, anualmente la esperanza de vida de las personas con Síndrome de Down ha aumentado un año hasta situarse en una edad de 62. Las razones de este progreso residen en los importantes avances de la medicina general, especialmente en el área de la cirugía pediátrica. No en vano, la mitad de los niños con Síndrome de Down sufren durante su infancia algún problema de cardiopatía severa. 
Asimismo, todas las investigaciones médicas relacionadas con el mal deAlzheimer -una grave enfermedad neurogenerativa que produce transtornos cognitivos y alteraciones de la conducta- tienen su consiguiente aplicación médica en el tratamiento del Síndrome de Down. Son muchos los expertos que consideran la trisomía 21 - alteración genética provocada por un cromosoma extra del par 21, responsable de disfunciones de tipo morfológico o bioquímico, que repercute en diversos órganos, especialmente en el cerebro - y el Alzheimer son dos caras de una misma moneda.
Cuando una persona con Síndrome de Down -que envejecen precozmente- alcanza los 40 años de edad su cerebro está repleto del péptido (Molécula formada por la unión covalente de dos o más  aminoácidos) amiloide beta, componente de las placas que confunden las neuronas y que representa el rasgo identitario del Alzheimer. 
El hecho de que sea la forma más común de demencia -justifica hasta el 70% de los casos- y afecta a unos 25 millones de personas en el mundo suscita el interés de la industria farmacéutica lo que beneficia de un modo menos indirecto de lo que parece a la comunidad con Síndrome de Down. No obstante, todos estos retos médicos no son más que apenas la antesala de la revolución científica que sobreviene a las personas con trisomía 21.

La proteína del té verde

Una proteína presente en el té verde denominada epigalocatequina galatose alza como la gran esperanza para paliar los efectos del Síndrome de Down. Se ha demostrado en ensayos clínicos con adultos que esta proteína concrentada produce una extraordinaria mejora cognitiva no sólo en las personas con trisomía 21, sino también en otras formas de discapacidad intelectual entre la que podría añadirse incluso el autismo. 
Los resultados tras una investigación de diez años en el que han participado científicos del Centro de Regulación Genómica (CRG) y el Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Científicas de Barcelona, en adultos -100 voluntarios, con edades comprendidas entre los 18 y los 30 años, con síndrome de Down sin ninguna otra patología asociada, y no estén siguiendo un tratamiento que pueda interferir con la acción de la esta proteína- son muy esperanzadores. Un trabajo previo que se ha prolongado durante cinco años con ratones de laboratorio ha demostrado que se producía una significativa mejoría en la regeneración neuronal en los animales. 

A falta de concretar los fondos para ensayos clínicos en niños, los investigadores ya adivinan mejoras sensibles en memoria, aprendizaje y cálculo. En una población infantil se calcula que la mejora podría resultar absolutamente espectacular, llegando casi a igualar la capacidad cognitiva de un chaval con síndrome de Down con la de uno que no lo tenga.
A grandes rasgos, la investigación científica ha demostrado que esta sustancia presente en el té verde incide en la regulación de la proteína DYRK 1A, producida en demasía por las personas con síndrome de Down a causa de la trisomía, lo que afecta negativamente a los procesos de memoria y aprendizaje.
Asimismo, como apuntábamos en líneas precedentes, la  epigalocatequina galato también podría ayudar a prevenir algunos de los marcadores delAlzheimer que aparecen en las personas con síndrome de Down, lo que confirmaría la estrecha relación de ambos transtornos cognitivos. 
Se calcula que una compañía española especializada en nutrición infantil estará en disposición de introducir un nuevo fármaco basado en epigalocatequina galato en el mercado a partir de este mes de mayo.